Todo por el pueblo pero sin el pueblo, llega el nuevo paternalismo clasista casi tres siglos después pero con una nueva dosis de superioridad intelectual e incluso moral sobradamente equivocadas.
Os voy a presentar al repartelecciones. En realidad, el repartelecciones es el cuñado de toda la vida de Dios. Es el que va a decidir si lo que haces es lo correcto o no, si tu forma de entretenerte es la adecuada o si estás llevando una vida que puede ser tildada de errónea. Es también, por supuesto, el que decidirá lo que significa perder el tiempo o lo que, por el contrario, significa tener una afición o un pasatiempo entretenido.
Ver Gran Hermano es un ejemplo de pérdida de tiempo. Esto te lo dirá alguien que cada día se lee un clásico diferente: hoy toca Fitzgerald, mañana Kafka y pasado Tolstoi. Alguien que, en sus ratos libres, disfruta como un pequeño viendo documentales sobre la reproducción de las amebas en La 2 y que sólo ve programas como Saber y ganar o, si me apuras, quizá Pasapalabra. Que el reggeaton que ponen en los resúmenes de Gran Hermano es música para idiotas te lo dirá quien sabe perfectamente distinguir la sinfonía nº 15 de Mozart de la nº 34 en menos de cinco segundos. Que sólo sale de su casa para ir a museos o al teatro y no bebe (a no ser que vaya a una degustación enológica) ni ha pisado una discoteca en su vida. Que sabe de economía, política, sociología, medicina y todas y cada una de las ingenierías existentes. Que habla unos cuatro o cinco idiomas. En fin, un erudito, un ser capaz de decidir quién es idiota y quién no porque él sabe de todo. Es alguien que jamás pierde el tiempo (según su inventada escala de Richter para medir qué es perder el tiempo y a qué nivel).
Bueno, me habéis pillado, quizá no. Quizá este tipo no sólo no esté leyendo El Quijote mientras nosotros, idiotas y tremendamente incultos, vemos Gran Hermano. Quizá incluso lo único que haga en ese periodo de tiempo sea vanagloriarse por no estar viendo la tele. Ya está. Ni Mozart ni enología ni hostias. Simple autocomplaciencia.
Pero ¿y lo que mola? Sentarse en un sofá, televisión apagada y libro descansando en el mueble, móvil en mano y tweets sobre lo idiotas que son los que tienen la televisión encendida. No sé qué decirte, amigo... Pero lo interesante de todo esto no es la necesidad de competir y, sobre todo, ganar: ya sea por no ver un programa de televisión o por ser tú el único que no vota al PP en una masa de alienados por el sistema. Qué más da por lo que sea, aquí el superior eres tú. Los demás es que somos tontos. ¡Nada de culpas al sistema, nada de culpas a la sociedad! La culpa es nuestra, por tontos.
Nosotros, es decir; tu vecina, tu compañero de clase, la señora con la que te cruzas para comprar el pan, el que te arregla el desagüe, la señora que limpia tu casa, los padres de tu amigo de la infancia... nosotros, es decir; el pueblo, somos idiotas. Porque ver un programa tres horas por semana nos impide estar concienciados o porque no estar concienciados es culpa nuestra.
Resulta que a esta panda de idiotas no les hacéis un favor riéndoos de ellos. Resulta que si creéis que el sistema nos aliena, nos adjudica comportamientos por nuestra clase social o nos asigna modos de entretenimiento banales, deberíais cambiar de enemigo.
Aunque, si queréis ir más allá, y vosotros que sois tope listos seguro que podéis: no sólo podemos ver Gran Hermano tres horas por semana y luego leer clásicos o ver documentales, sino que además no hace falta leer clásicos ni ver documentales. En serio, os lo juro, no hace falta. Sorprendente, ¿verdad? No sólo no somos tontos por ver Gran Hermano sino que ser tonto no es algo malo. Si ser tonto significa entretenerte viendo la televisión, no saber diferenciar entre cóncavo y convexo, no hablar inglés, leer a Federico Moccia en vez de a García Márquez, no oír diariamente a Beethoven... entonces, querido amigo, el pueblo es tonto. Si ser tonto significa no saber de fontanería, albañilería, no saber poner una lavadora, no entender la jerga de un barrio de tu ciudad, no saber ninguna canción de Pitbull... entonces, querido amigo, el tonto eres tú. Pero aquí la inteligencia la dictas tú y solo tú, como ser irrefutable y amo de la verdad absoluta, así que probablemente los saberes de los pobres sean los que no sirven y el tuyo sea el válido, bueno y absolutamente cierto. El término de cultura está bien mancillado por las clases altas para designar todo lo que ellos hacen y echar por tierra lo que el pueblo hace. Como ya nos decía Eduardo Galeano: "los nadies, los que no hacen arte, sino artesanía. Los que no practican cultura, sino folclore".