Por lo tanto, no es difícil asumir que, además del tipo de ropa que elegimos ponernos, el resto de elecciones o decisiones en nuestra vida diaria traerán la misma suerte.
Uno de los mayores problemas teóricos en los que caemos en el feminismo es atribuir razones sociales al machismo en la sociedad pero no asumimos de la misma manera que nuestros comportamientos también van a ser influenciados por este mismo sistema.
Pero no sólo debemos pararnos a analizar la superficie que este sistema nos ha propiciado en nuestra vida: los insultos y la humillación que llevamos a cabo a una compañera por su vida sexual, las críticas a las acciones de la víctima de violación en lugar de al violador, el rechazo a lo típicamente femenino por creerlo inferior… el problema de la socialización va mucho más allá incluso de lo visible con las gafas violeta.
Barbara Kruger |
Así pues, ¿hay que respetar todas las decisiones de una mujer porque puede decidir libremente? Bueno. Hay que respetar todas las decisiones de una mujer porque una de nuestras bases es la sororidad y el apoyo entre compañeras, sea la que sea su decisión y siempre y cuando no sea una decisión que perjudique haciendo favor de su posición de privilegio (blanca, occidental, neurotípica…)
La cuestión debería ser ¿somos libres al decidir? ¿Hasta qué punto la libertad es un estado tan fácilmente alcanzable en nuestra sociedad? Como decía en un principio, incluso hechos tan normalizados como la ropa que elegimos son definidos por nuestra cultura. ¿Es el argumento de ‘libre decisión’ realista o está sujeto a la misma propaganda del sistema para hacernos creer que nada es culpa de la sociedad sino de individuos como excepciones?
De la misma manera que no alegamos libre decisión a una mujer maltratada que está siendo manipulada por su compañero, no podemos alegar libre decisión en personas que están siendo manipuladas por el sistema.
Así, el hecho principal por el que es un argumento falso y poco analítico es que si realmente fuéramos libres de decidir, no habría más trabajo. Ya está. La lucha estaría conseguida si viviéramos en una sociedad en las que las mujeres somos libres. Lo triste es leer ese argumento como si alguna de nosotras lo creyera y no como un deseo compartido.